Si una
imagen ilustra la estrecha relación entre la vida y la muerte de los mayas es
la delárbol de la vida (Yax'ché), tanto por su naturaleza mitológica como por
su correspondencia en el ámbito físico.
Como
todas las culturas de la humanidad, los mayas tenían una particular visión de
su entorno, la cual compartía rasgos con otras culturas mesoamericanas como la
Olmeca, la Mexica o la Zapoteca. Y, al igual que ellos, pensaban que el
mundo estaba organizado en tres planos horizontales, donde
habitan seres divinos, dominan fuerzas sagradas y acontecen hechos míticos y reales.
Los tres planos de este universo son la Tierra, lugar destinado para los seres
vivos y la humanidad, este plano estaba separado del cielo y del inframundo,
mediante árboles sagrados ubicados en los cuatro rumbos cardinales y uno más en
el centro. Este último era el árbol sagrado, la Ceiba, el eje del mundo, cuyas
raíces conectan los nueve niveles de la esfera del Xibalbá, y sus ramas
los trece estratos en los que se divide el cielo.
La visión
del mundo de los mayas está escrita en el libro sagrado de los mayas conocido como Popol
Vuh, documento recopilado en el siglo XVI donde se narra que, en un
tiempo estático donde todos era un mar primigenio, los dioses creadores
decidieron reunirse para crear el universo. Estos hicieron surgir a la tierra, al cielo y el inframundo del agua y decidieron crear a
los seres vivos y a la humanidad para que ésta los honrara. Los primeros
hombres fueron creados de barro, después de madera y finalmente de paja, pero
todos fueron destruidos y, lo últimos, convertidos en monos. En un último
intento los dioses utilizaron el maíz, la planta sagrada de todas las culturas
mesoamericanas, para la creación de la humanidad, y estos hombres son los
ancestros de los mayas.
El maíz es la carne de los hombres, pero esta planta nació del
combate que libran losgemelos
preciosos Hun Ah Puh y Hun Hun Ah Puh con las deidades del inframundo en la
cancha del juego de pelota. Estos gemelos son vencidos por las deidades del
inframundo y luego son decapitados. La cabeza de uno de ellos fue colocada
sobre un árbol que, posteriormente, dio frutos y éstos fueron tocados por una
doncella, que resultó embarazada por esta acción. Sus hijos, Hun
Ah Puh e Ixbalanqué,
descubrieron los instrumentos para este juego y el destino de sus ancestros, y
también fueron invitados por los dioses del inframundo para jugar a la pelota.
Sin embargo, esta vez los gemelos preciosos resultan vencedores.
El Xibalbá o inframundo era considerado
como el lugar en el que viven los ancestros eternamente y al que desciende el
Sol diariamente para luchar contra los nueve señores de la Noche o Bolontikú,
quienes son comandados por el descarnado o Ah Puch. Pero el
inframundo no es sólo el lugar de la muerte, es el espacio del universo de
donde brotan el agua y las semillas, elementos que dan la vida a quienes
habitan la tierra y, por tanto, es también el lugar del renacimiento.
Todos los
días la deidad solar vence a las fuerzas del inframundo y a los dioses de la
muerte para emerger, nuevamente, por el oriente y volver a recorrer los trece
niveles o estratos del cielo para iluminar a la humanidad. Así como hay nueve
señores para cada nivel del inframundo, el cielo está regido por Oxlahantikú,
que son una y trece deidades a la vez. Asimismo, los trece estratos, concebidos
a manera de escalones, están regidos por Itzamná, la deidad suprema
que coincide con el Sol en el cenit. El cielo es también el lugar donde habitan
los dioses de la lluvia y la diosa de la Luna.
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